Lo pasado no es un sueño de Theodor Kallifatides
Todos éramos pobres, pero entre nosotros había quienes eran incluso más pobres. Por lo general, familias sin padre —barcos a la deriva—, decía mamá. Viudas con hijos que estaban completamente solas y otras que aunque tenían marido, éste había sido desterrado a algún islote yermo del Egeo. Después estaban todas las aves sin alas. Es decir, los que habían sido seriamente heridos y tenían una sola pierna o un solo brazo o un solo ojo, o bien sin piernas, sin brazos, ciegos. La mayoría se dedicaban a la mendicidad y se peleaban entre sí de mala manera por los mejores puestos, fuera de la iglesia, por ejemplo, o frente al colmado. Vestidos de andrajos enseñaban sus muñones y al mismo tiempo, con voz monótona, murmuraban ruegos y deseos a los transeúntes. |