Una educación de Tara Westover
Añoraba la vida que había tenido y que perdería en cualquier momento, cuando el mundo cambiara y empezara a devorarse a sí mismo. Cuanto más tiempo permanecía inmóvil, respirando hondo, tratando de aspirar el último aroma del mundo pecaminoso, más me contrariaba su persistente solidez. La fatiga sustituyó a la añoranza. |