El jardín de las brumas de Tan Twan Eng
El elevado muro que protegía el jardín estaba parcheado de musgo y viejas manchas de humedad, y en las grietas crecían helechos. En él se abría una puerta y, junto a una de las jambas, una placa de madera con un par de ideogramas japoneses grabados. Debajo aparecía un nombre en inglés: «El jardín de las brumas». Sentí que estaba a punto de entrar en un lugar que debía su existencia únicamente a la combinación de aire y agua, de luz y tiempo. |