La escala de T L Swan
—Mañana me voy a California —confieso. —¿A verlo? —Sí. —¿No ha venido contigo? Arrugo la frente. Mierda. ¿Para qué habré dicho nada? —No. —Pues cuando lo veas, quiero que hagas algo por mí.—¿El qué? —Pregúntale si siente que se muere si no te toca. Frunzo el ceño. —¿Por qué le preguntaría eso? —susurro. —Porque otro hombre sí —dice, y cuelga. |