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La escala de T L Swan
Lo que en realidad me apetece es olvidar a Jameson Miles, olvidar que llegué a conocer al bueno de Jim… o Jay, o como narices quiera que lo llame. Me he dado cuenta de que van juntos en un lote y, por desgracia, no puedo tener a Jim sin Jameson, aunque solo quiera a Jim. Así que voy a hacer lo mejor para mí: voy a cortar lazos. Me niego a tener una relación sin compromiso con Jameson solo para ver cómo Jim asoma la cabeza de vez en cuando. Sería fácil… Demasiado fácil. |
La fusión de T L Swan
Me invade la tristeza. Pase lo que pase entre Claire y yo, sé que nunca seré su prioridad. Todos me precederán siempre. Y no debería molestarme, pero no puedo evitarlo. Durante toda mi vida me han preparado para desempeñar un oficio que no muchos son capaces de llevar a cabo. Adquiero empresas y las destruyo, me quedo con algo que no me pertenece. No soporto que eso la incluya a ella también. Siempre será la mujer de Wade Anderson. Me he encariñado demasiado con ella. Desde que volvimos de París, solo he pensado en ella. La he seguido, la he llamado, he reservado habitaciones de hotel, he suplicado para verla a la hora del almuerzo, y he ido a su casa y aguantado las impertinencias de sus hijos. Y, por primera vez desde que salgo con alguien, he hecho todo lo que ha estado en mi mano para intentar hacerla feliz. Pero lo echa de menos a él. Me siento estúpido, y lo peor de todo es que, por primera vez, estoy dolido. No me gusta esta sensación. |
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La fusión de T L Swan
Es un Miles, heredero del imperio mediático más exitoso del sector de los medios de comunicación y de una de las familias más acaudaladas del planeta. Y hasta hace solo una semana, lo odiaba a muerte. Puede que todavía lo odie un poco. Pero hay algo en él que me hace tener sed de más. |
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La escala de T L Swan
—¿Por qué eres tan cabrona? —Porque eres un capullo egocéntrico. ¡Lárgate, anda! —grito y le tiro una almohada. Pasa por mi lado como una exhalación. —¡Nadie me trata tan mal como tú, Emily! —brama mientras se dirige a la puerta hecho una furia. —¡Pues te lo mereces! —aúllo—. Menos mal que estás forrado, Jameson. Te va a hacer falta. Porque nadie te aguantaría gratis. |
La escala de T L Swan
Nunca había tenido una reacción física tan fuerte con una mujer. No me canso de su cuerpo. Cuanto más me acuesto con ella, más la deseo. Solo que ojalá no fuera la persona más mordaz que he conocido en mi vida. Aunque, a lo mejor, ahí reside su encanto. La mayoría de las mujeres caen rendidas a mis pies; en cambio, ella parece decidida a apartarme de su lado. Mmm… Me da que pensar. Pero, si soy sincero, debería alejarme de ella. Trabaja para mí, es dinamita y quién sabe cómo reaccionará si volvemos a discutir. Sonrío con suficiencia. Sé que volveremos a discutir, es nuestro destino. Me cabrea como nadie. |
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La escala de T L Swan
—Mañana me voy a California —confieso. —¿A verlo? —Sí. —¿No ha venido contigo? Arrugo la frente. Mierda. ¿Para qué habré dicho nada? —No. —Pues cuando lo veas, quiero que hagas algo por mí.—¿El qué? —Pregúntale si siente que se muere si no te toca. Frunzo el ceño. —¿Por qué le preguntaría eso? —susurro. —Porque otro hombre sí —dice, y cuelga. |
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La escala de T L Swan
Madre mía, nunca he sentido esta química con nadie. Hemos bailado, nos hemos reído y nos hemos besado en Boston, y, por alguna razón, estoy a gusto con él. Es como si hiciera estas cosas todos los días, como si fuese lo más natural del mundo. Lo raro es que parece que estemos haciendo lo correcto. Que la situación sea tan espontánea me envalentona. Este hombre es ingenioso, divertido y está más salido que el pico de una mesa, y, en mi opinión —que quizá esté afectada por el consumo de alcohol—, vale la pena correr el riesgo porque sé que jamás volveré a tener la oportunidad de estar con un hombre como él.
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La escala de T L Swan
Lo miro mientras espero a que me vuelva a funcionar el cerebro. Me he puesto en plan calientabraguetas, pero yo en realidad no soy así. Es fácil ser valiente y descocada cuando piensas que no va a pasar nada. Estoy sudando. ¿Y quién me mandaría beber tanto? Mira que hablarle de mi sequía… Esas cosas no se dicen, boba.
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La escala de T L Swan
—Entonces hablaste… y lo arruinaste todo. ¿Qué? Me echo a reír. —¿Cómo que lo arruiné todo? ¿Cómo? —Eres mandona y tienes un punto sarcástico. —¿Y qué hay de malo en eso? —tartamudeo, indignada. —Que yo también soy mandón y sarcástico —dice, y se encoge de hombros. —¿Y? —Pues que no quiero salir conmigo mismo. Me gustan las chicas dulces y recatadas, las que hacen lo que yo digo. —Bah. —Pongo los ojos en blanco—. Las que limpian la casa y tienen sexo los sábados. —Exacto. Me río y choco mi copa con la suya. —No estás mal para ser un viejo aburrido con zapatos raros. |
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