Ariel de Sylvia Plath
El color, un púrpura insulso, afluye donde el golpe. El resto del cuerpo queda como usado, del color de una perla. En una cavidad rocosa el mar sorbe obsesivo; pivota sobre un hoyo el mar entero. No mayor que una mosca, la marca del destino repta pared abajo. El corazón se cierra, el mar se bate en retirada, los espejos están amortajados. |