Los muchachos de zinc de Svetlana Aleksiévich
Lo que quiero conseguir de ellos es el diálogo del hombre con su hombre interior. Y, sin embargo... ¿qué idioma hablamos con nosotros mismos, con los demás? Por eso me gusta el lenguaje oral, no le debe nada a nadie, fluye libremente. Todo está suelto y respira a sus anchas: la sintaxis, la entonación, los matices, y así es como se reconstruye exactamente el sentimiento. Yo rastreo el sentimiento, no el suceso.
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