La guerra no tiene rostro de mujer de Svetlana Aleksiévich
Se tardará cientos de años en digerir lo que ocurrió. ¿Qué clase de gente era aquella? ¿De dónde venía? Imagínese: una embarazada caminando con una mina atada al cuerpo... Estaba encinta... Amaba, quería vivir. Claro que tenía miedo. Y sin embargo, iba por ahí con esa mina... No lo hizo por Stalin, sino por sus hijos. Por su futuro. Se negaba a vivir de rodillas. Someterse al enemigo... Tal vez éramos unos ciegos, no lo niego, no sabíamos, no comprendíamos muchas cosas, pero éramos ciegos y puros a la vez. Éramos dos universos unidos, dos realidades unidas. Debe entenderlo.
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