Suzanne Collins
Me pongo de pie, vuelvo a los árboles y apoyo la mano en el rugoso tronco del arce en el que están los pájaros. No he cantado El árbol del ahorcado en voz alta desde hace diez años porque está prohibido, pero recuerdo todas las palabras. Empiezo en voz baja, dulce, como hacía mi padre.
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