Una gran historia de amor de Susanna Tamaro
Las huellas de tus pasiones siguen por doquier, paquetes de té de los que habrá por lo menos diez. Cojo al azar uno que es muy oscuro y tiene un sabor ahumado. Tenías la costumbre de dejar preparada por la noche la mesa para el desayuno del día siguiente. -- ¿Y eso para qué? - te pregunté poco después de mudarnos a la isla - Total, si apenas desayunamos un café y un té. -- Porque es un ejercicio de esperanza. -- ¿Qué tiene que ver la esperanza con las galletas y la mermelada? -- Tiene que ver con el día y la noche. Ante la oscuridad estamos desamparados, carecemos de certezas. Lo único que podemos hacer es esperar arribar de nuevo a la luz del día. Prepararse para la mañana siguiente significa invitarla a volver. Aquella observación tuya me impactó. Nunca había pensado en la noche como en un momento de extravío. Sabía utilizar un sextante, sabía leer las estrellas como si fueran un abecedario, era cierto que a veces había nubes, pero también estaba el viento que tarde o temprano las disipaba y las hacía desaparecer. Nunca había pensado en la oscuridad como en una entidad capaz de devorarnos. |