El último minuto de nuestras vidas de Susanna Herrero
Nunca me he parado a pensar en la caducidad de los besos. O en su desgaste, mejor dicho. Besar cada día, a cada hora, a la misma persona puede provocar que uno se sacie. O que se canse. No de amarla, pero sí de esa necesidad de tocar sus labios con los suyos. Como un chupachups. Lo chupas y te vas colmando de su sabor. Y una vez que lo acabas, te quedas saciado.
|