En el año 1982 se estrenó en España la serie Cosmos, de Carl Sagan. Por aquel entonces tenía yo 10 años y la verdad, todo aquello me interesaba más bien poco. Muchos años después se estrenó una nueva versión, está vez con Neil deGrasse Tyson que, está vez sí, devoré dos veces seguidas con auténtica fruición. Comencé a leer un poco sobre el tema y compré unos prismáticos para astronomía. Sin miedo a exagerar, puedo asegurar que observar el cielo en determinadas condiciones puede cambiarte la vida. La galaxia de Andrómeda, la Nebulosa de Orión, las Pléyades, los satélites Galileanos de Júpiter... Todo ello al alcance de nuestros ojos simplemente con unos prismáticos y alejándonos un poco de la ciudad. A no ser que seas de granito, esas visiones te ofrecen una perspectiva de tí mismo absolutamente diferente y suponen una cura de humildad importante. Ese sentimiento de lo sublime que describió Longino, pasó por la pluma de Kant y parece que murió con el fin del romanticismo realmente ha acompañado al ser humano desde que el primer sapiens levantó la vista hacia el cielo. Desde los cazadores-recolectores hasta que el hombre logra salir al espacio y observar la tierra desde el exterior ese asombro socrático, que cubre la astronomía con una pátina filosofica indeleble ha sido combustible y motor del progreso científico de forma exponencial. Y todo eso nos lo cuenta Stuart Clark de una manera tan amena y entretenida que el libro se devora como una novela. Repleto de curiosidades pero sobre todo de personas increíbles que en tiempos no tan tolerantes se jugaron incluso la vida para que toda la humanidad avanzará a pasos de gigante, el libro es una fuente de conocimiento sin desperdicio. Recomendable 100%.
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