Momentos estelares de la humanidad de Stefan Zweig
Y sólo con la guerra mundial, cuando La marsellesa, hace tiempo convertida en himno nacional, resuena de nuevo con aire belicoso en todos los frentes de Francia, se da la orden de que el cadáver del pequeño capitán Rouget sea inhumado en el mismo lugar que el del pequeño teniente Bonaparte. Bajo la cúpula de los Inválidos. Y así, el menos célebre entre los creadores de un himno inmortal descansa al fin, en el panteón de hombres ilustres de su patria, del desengaño de no haber sido más que el poeta de una sola noche.
|