Un chico cualquiera: Aprendiz de gigoló de Sibila Freijo
Cuando bajó al salón, no había rastro de los demás o aún se estarían arreglando. Juan Salvador y Raquel le miraron sin decir nada, pero al menos no había una expresión de horror en su cara, así que significaría que iba bien. Notó la mirada de Raquel posándose en él con interés y algo de sorpresa, como mirando una buena yegua que se hubiera agenciado en un mercado, satisfecha con su compra. Se sintió un poco como un objeto, pero bueno; al fin y al cabo, eso iba a ser a partir de aquel día: un hombre objeto al servicio de las mujeres.
|