Un chico cualquiera: Aprendiz de gigoló de
Sibila Freijo
Maxi la desarmaba por completo. Su chico tenía el don de hacerse perdonar hiciera lo que hiciera y, la verdad, y por mucho que le costara reconocerlo, era cierto: el nuevo corte de pelo le había gustado, aunque le cabreaba que no le hubiera pedido su aprobación para hacerlo. Pero sí, estaba aún más guapo que antes. Si las tías se lo comían con los ojos por lo general, ahora ya iba a ser la leche. Sin embargo, no era celosa, no tenía miedo de que ninguna otra le robara a su novio porque él nunca le había dado motivos. Ella también se sabía guapa y, en realidad, lo era.
Estaba claro que Maxi solo tenía ojos para ella, que las demás tías eran transparentes. Sencillamente, él no las veía.