Un chico cualquiera: Aprendiz de gigoló de Sibila Freijo
Mientras permanecía atenta al escenario como si no le importara su presencia, Maxi acercó más su silla a la de ella. Odiaba la ópera, no soportaba todos aquellos berridos. Era una de esas cosas de la gente de dinero que no acababa de comprender. Y todos tan callados como si estuvieran en un entierro. Daban ganas de darle un cubo de palomitas a cada uno.
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