Rocío Mañana Bouzón

—Ya te he dicho que no me gustan las etiquetas, pero si tú quieres llamarlo de alguna manera, puedes. Yo sé lo que siento por ti y aunque no me lo digas sé que tú sientes lo mismo, lo noto cuando me besas. Sé que sientes que se acaba el mundo en cada despedida, pero, aunque no me guste hacer promesas, te haré una: «El día que una pluma sea capaz de rayar un diamamente dejaré de sentir lo que siento».
—Pero eso es como decir un «para siempre», ¿no?
—No, no lo es, ni se parece. Los «para siempres» se rompen, esto no. Porque aunque tú no estés conmigo hasta mi último aliento, yo seguiré sintiendo lo mismo, ¿entientes?

Yo quiero un chico sencillo que sepa vivir la vida sin miedo. No quiero a alguien que piense que la felicidad está en un día con sol, cuando la verdadera felicidad se encuentra bailando bajo la lluvia.

No había forma de evitar que tú y yo fuésemos uno, era como intentar que el infierno dejara de arder o que el cielo se quedase sin nubes.

El amor no es ver quien quiere más, sino aceptar el empate. Porque el amor es el único juego en el que para ganar, hay que empatar.

No solo se sueña con los ojos cerrados,
junto a ti aprendí a soñar con ellos abiertos.

«El día que una pluma sea capaz de rayar un diamante
dejaré de sentir lo que siento»

Creo que voy a tener que agradecerle a el virus este
que te haya devuelto a mi vida.

Nunca imaginé que aquel chulo escondiese en su interior a un auténtico caballero.