La marca de Atenea de Rick Riordan
Annabeth colocó la rodilla sobre el pecho de Percy. Le presionó la garganta con el antebrazo. Le daba igual lo que pensaran los romanos. Un nudo de ira abrasador estalló en su pecho: un tumor de preocupación y amargura con el que había estado cargando desde el otoño anterior. —Como me vuelvas a dejar—dijo, notando un picor en los ojos—, juro por todos los dioses… Percy tuvo el valor de reírse. De repente, el nudo de acaloradas emociones se derritió en el interior de Annabeth. —Me doy por avisado—dijo Percy—. Yo también te he echado de menos. |