La rosa y la daga de Renée Ahdieh
¿Aquella paz? ¿Aquellas preocupaciones silenciadas sin esfuerzo? Se debía a que eran dos partes de un todo. Él no le pertenecía. Y ella no le pertenecía a él. No se trataba de pertenecer a nadie. Sino de que estaban hechos el uno para el otro.
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