Existen muchas joyas por descubrir de la literatura francesa de ciencia ficción, muy poco conocida por los lectores de lengua hispana. Un buen ejemplo es La noche de los tiempos (1968), novela de René Barjavel que combina elementos de aventura y ciencia con una historia de amor de casi un millón de años.
Una expedición científica francesa en la Antártida detecta una extraña señal que procede del subsuelo del continente helado. Para averiguar de qué se trata, se inicia un costoso trabajo de perforación del hielo a casi 900 metros de profundidad.
Lo que los expedicionarios descubren bajo el hielo es inconcebible: una gran esfera de un material que parece ser oro y cuya datación cronológica indica una cifra imposible… ¡Nada menos que 900.000 años de antigüedad! Este planteamiento irremediablemente nos hace pensar en algún delirio lovecraftiano, pero el hilo de la historia nos va a llevar por otros derroteros.
Dentro de la cavidad dorada hay dos cuerpos humanos congelados a una temperatura cercana al cero absoluto. Así, pasamos de las reminiscencias de Lovecraft a las de Julio Verne en su obra El eterno Adán. La historia humana vista como un ciclo interminable de gloria y fracaso, de nacimiento y muerte.
Para construir su historia, Barjavel se basó en la hipótesis (hoy refutada) del científico ruso Immanuil Velikovsky, acerca de un repentino y drástico cambio en el eje rotatorio de la Tierra hace un millón de años. Un cataclismo que habría enviado al continente antártico al extremo sur del globo desde una posición anterior en la zona templada.
Si ánimo de revelar más detalles sobre la novela, solamente diré que el autor nos lleva a conocer la existencia de un «mundo anterior», una humanidad que llegó a alcanzar cotas de desarrollo realmente asombrosas, pero que acabó destruyéndose a sí misma por la ambición y las luchas por el poder. En este sentido, hay que señalar que La noche de los tiempos es una obra hija de su tiempo: la Guerra Fría, con la amenaza de la destrucción mutua asegurada a través del armamento nuclear de las dos potencias del momento: Estados Unidos y la URSS. En sus páginas hay un claro mensaje pacifista: evitar los errores del pasado para volver a repetirlos.
Otros aspectos de la novela que hay que destacar es la parte romántica, que no suele cultivarse mucho en este género, y que en este caso presenta rasgos muy originales. También es interesante la aproximación a la civilización anterior: la descripción de sus ciudades, la mentalidad de la sociedad y su organización. Un mundo ideal truncado por la propia esencia destructiva del ser humano.
Por último, tengo que mencionar algo de lo que me enteré después de haber leído La nuit des temps. En su momento se acusó a Barjavel de haber plagiado descaradamente el argumento de una novela de 1925 llamada The golden Sphere, escrita por el australiano Erle Cox. Aunque no he tenido la oportunidad de comparar ambas obras, las similitudes entre ellas son, cuanto menos, sospechosas. Una mancha para una novela que me había parecido muy original y entretenida. Lástima.
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