El fantasma y la señora Muir de R. A. Dick
—Que es la forma correcta de vivir —dijo el capitán Gregg tras una larga pausa—. Si uno le concede al destino una oportunidad, este siempre hallará el camino por sí mismo, pero los hombres son tan necios, dando vueltas y más vueltas con los ojos cerrados, interfiriendo los unos con los otros, destrozándolo todo por su propia y ciega estupidez, y entonces, cuando se encuentran perdidos sin remedio, se sientan y maldicen a Dios por no responder a sus plegarias, obviando que jamás se pararon a escuchar.
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