La eneida de Publio Virgilio Marón
Luego me reciben el puerto de Drepani y su triste playa; allí, trabajado por tantas tempestades, perdí, ¡Ay! a mi padre Anquises, consuelo único de mis trabajos; allí me dejaste abandonado a mis fatigas, ¡Oh el mejor de los padres, libertado, ¡Ay! en vano de tantos peligros! Ni el adivino Eleno, cuando me anunciaba tantos horrores, ni la cruel Celeno, me vaticinaron aquella dolorosa pérdida. Tal fue mi última desventura, tal fue el término de mis largas peregrinaciones, a mi salida de allí, fue cuando un dios me trajo a vuestras playas.
|