Eneida de Publio Virgilio Marón
Cual la paloma sorprendida de súbito en la cueva de esponjoso peñasco, donde tiene su asiento y su dulce nido, se precipita volando hacia la campiña, y despavorida bate las alas con gran ruido, y luego, deslizándose por el sereno éter, hiende el líquido espacio sin mover apenas las veloces alas, tal vuela Mnesteo, tal la Priste, que hasta entonces se había quedado la última, corta las olas…
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