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Pu Yi. Yo fui el último emperador de China de Pu Yi
Hasta que tuve siete u ocho años los arrebatos de ira o mal humor me eran “curados” de la siguiente manera: el alto eunuco Dschang Dschien Ho o su ayudante establecen el diagnóstico: “El Señor de los Diez Mil Años tiene fuego en su corazón, ¡Haremos que al desgañitarse salga el fuego!” Me encerraban en una pequeña habitación, que la mayor parte de las veces era una pequeña cámara del Palacio de la Felicidad Virtuosa. Me dejaban allá y podía gritar y alborotar cuánto quisiera, pedir auxilio o golpear la puerta; nadie se preocupaba de mí. Tan solo cuando me había deshecho en llanto o según su manera habitual de hablar me habían "desgañitado", y había “salido el fuego”, me ponían de nuevo en libertad hay que decir que esa terapia no provenía de la arbitrariedad de los eunucos generales o de una ocurrencia de la emperatriz viuda Lung Yu. Cabía calificarla más bien de una honrosa tradición de la familia imperial y también mis hermanos y hermanos que habían permanecido en el Palacio de mi padre era un objeto del mismo trato.
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