El subrayador de Pedro Mairal
Entrar en librerías, últimamente, me da mucha ansiedad. Trato ahora de entender las causas y noto que son varias y algo difusas. Para empezar, mi casa ya está llena de libros, muchos no leídos, o leídos por la mitad, libros en los estantes y también apilados en el piso contra las paredes, divididos en torres de las distintas literaturas –argentina, inglesa, latinoamericana, española, francesa–, torres que se derrumban cada tanto y tengo que volver a levantar. No hay más lugar para los libros, pero siempre se agrega alguno. Por eso entro en las librerías ya saturado y aplastado por el peso de lo no leído, el peso de las lecturas pendientes y los anillados intactos de mis amigos, juntando polvo sobre mi escritorio.
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