Maniobras de evasión de Pedro Mairal
Me queda su enfermedad en primer plano, tapándome el resto de su tiempo luminoso. Y eso es injusto. Por eso ahora salto a ese pasado, por encima de sus últimos años. Sólo la escritura me deja hacer eso. Saltar al verano de mamá. Acá estoy. Papá venía en enero, sólo unos días, y los fines de semana. El resto del tiempo era el Edipo liberado. Tengo un recuerdo naranja de unas mañanas, cuando me despertaba en su cuarto —supongo que yo había llorado a la noche y mamá me había llevado a su cama— y tengo un recuerdo de ella vistiéndose a la mañana pensando que yo estaba dormido, ella de espaldas, poniéndose una remera. Mamá tendría treinta y cinco años y yo cuatro. Me acuerdo de la luz naranja y amarilla del sol en las cortinas.
|