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El árbol de las cerezas de Paola Peretti
Filippo se vuelve hacia mí y me mira. Su cara está cerca, pero sin gafas es como si estuviera lejos. Una gran nube gris la tapa casi del todo, y me pregunto si él me la ve en los ojos. —¿De qué color tengo los ojos? —Marrones. ¿Por? —¿No se me ve nada dentro? Él se queda callado unos segundos. Creo que me está mirando las pupilas fijamente. —No, nada. Solo… Ya está, lo sabía. Se ven las manchas de mi niebla. —… solo muchos tonos verdes y amarillentos. Como un bosque lleno de setas. |