El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde
Me tiene afecto; sé que me tiene afecto. Es cierto, por otra parte, que lo halago terriblemente. Hallo un extraño placer en decirle cosas de las que sé que después voy a arrepentirme. Por regla general es encantador conmigo, y nos sentamos en el estudio y hablamos de mil cosas. De cuando en cuando, sin embargo, es terriblemente desconsiderado, y parece disfrutar haciéndome sufrir. Entonces siento que he entregado toda mi alma a alguien que la trata como si fuera una flor que se pone en el ojal, una condecoración que deleita su vanidad, un adorno para un día de verano.
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