No lo llames deseo de Noelia Amarillo
Calix se encogió de hombros, la mirada fija en el final del andén. Allí, la oscuridad parecía tragarse la luz, reduciéndolo todo a una nada tenebrosa e infinita.
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No lo llames deseo de Noelia Amarillo
Calix se encogió de hombros, la mirada fija en el final del andén. Allí, la oscuridad parecía tragarse la luz, reduciéndolo todo a una nada tenebrosa e infinita.
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