El junco rebelde de Nina Berberova
Ahora, cuando una puerta se abre o se levanta una reja, las lágrimas de gratitud ya no me ahogan, ¡no! No aprovecho todas las oportunidades, no me inclino ante todos los permisos. Después de lo he visto, no quiero ser, de ninguna manera, el animalito al que se moviliza, se adiestra, se manda aquí y allá, se da de comer o se mata de hambre, al que se castiga o se le felicita por haber obedecido a la vara.
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