El océano al final del camino de Neil Gaiman
Muchos años después me confesó que no le gustaban las tostadas quemadas, que solo se las comía para no tener que tirarlas,y, por una décima de segundo, tuve la sensación de que toda mi infancia había sido una mentira: fue como si uno de los pilares sobre los que había construido mi mundo se hubiera derrumbado como si fuera de arena
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