Las pequeñas virtudes de Natalia Ginzburg
El medio más difundido para librarse del silencio es hacerse psicoanalizar. Hablar incesantemente de sí mismo a una persona que escucha, a la que se le paga para escuchar, desnudar las raíces del propio silencio, sí, esto quizá puede proporcionar un alivio momentáneo. Pero el silencio es universal y profundo. Volvemos a encontrarnos con el silencio en cuanto trasponemos la puerta de la habitación donde esa persona, a la que pagamos para escuchar, escuchaba. Volvemos a caer en él. Entonces, ese alivio de una hora nos parece superficial y banal. El silencio está sobre la tierra: el hecho de que uno solo de nosotros se cure de él, por una hora, no sirve a la causa común.
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