El último hombre blanco de Mohsin Hamid
Oona era ahora la madre de su madre, así se sentía a veces, aunque quizá madre no fuera la palabra adecuada, tal vez hija estuviera bien, ya que ambas palabras significaban más de lo que nunca había creído y cada una tenía dos caras, la de cargar y la de ser cargada, y al final cada palabra era idéntica a la otra, como en una moneda que solo se diferenciaba en el orden en el que salía uno u otro lado al lanzarla
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