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Un elfo por Navidad de Minerva Hall
Las enormes manos del gigante tomaron su rostro, haciéndola mirarlo a los ojos. —No llores. —Había un borde de dolor en su tono, como si no pudiera soportar ver su tristeza. Aquella voz tenía la capacidad de hacerla desear cosas que no debería. De rendirse en sus brazos y suplicarle que no la soltara jamás. Que la ayudara y la protegiera, que cuidara de ellos tres. Quería suplicar por aquel refugio de paz que le había ofrecido desinteresadamente. Y estaba completamente loca por pensar en aquello. ¡Estaba en casa de un desconocido poniendo no solo su vida en peligro, sino la de sus hijos! Debería estar pensando en salir de allí, no en quedarse a su lado para siempre. |