Embruxo de Miguel Gacio
La escena habría sido normal de no ser porque el hombre llevaba más de veinte años muerto. Sin embargo, ahí estaba, reclamando su habitual café vespertino, a la misma hora de siempre. El humo del cigarrillo que tenía entre los dedos se entremezclaba con la neblina que, a modo de aura, rodeaba al susodicho. Por lo demás, era la clara representación en tono sepia del hombre con el que había estado tanto tiempo casada María.
|