Mi historia de Michelle Obama
Me acostumbré a mirar al frente siempre que pasaba por delante de un grupo de hombres apostados en una esquina y a ignorar sus ojos clavados en mis pechos y mis piernas. Hacía oídos sordos a los piropos que recibía. Aprendí qué manzanas del barrio se consideraban más peligrosas y tenía claro que no debía ir sola por la noche.
|