La espada de Avempartha de Michael Sullivan
Hadrian alzó un ceja y se quedó mirando a su compañero, pero no dijo nada. —¿Diez piezas cada uno? —preguntó ella. —Eh… no —replicó Hadrian, sin apartar los ojos de Royce—. Eso sería por los dos, ¿no es así? ¿Cinco cada uno? Royce se encogió de hombros. —Dado que seré yo quien abrirá la cerradura, pienso que debería quedarme con seis, pero eso podemos resolverlo entre nosotros. No es algo por lo que ella deba preocuparse. —¿De verdad? —preguntó Thrace, que parecía a punto de estallar de felicidad. —Claro —replicó Royce—. Después de todo… no somos ladrones. |