Diario de una soledad de May Sarton
Subimos al cielo y descendemos al infierno una docena de veces al día; por lo menos, eso me pasa a mí. La disciplina del trabajo proporciona una barra de ejercicio para que los movimientos del alma, salvajes e irracionales, devengan formales y creativos. Literalmente, nos salva de caernos ante nuestras propias narices.
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