La casa de Verges de Marta Fontana
Cada vez estaba más cerca. Se cubrió la cabeza con la sábana. No quería mirar. Los sonidos de cadenas se acercaban tintineando y, tras ellos, los jadeos agónicos se hacían más evidentes y angustiosos
|
La casa de Verges de Marta Fontana
Cada vez estaba más cerca. Se cubrió la cabeza con la sábana. No quería mirar. Los sonidos de cadenas se acercaban tintineando y, tras ellos, los jadeos agónicos se hacían más evidentes y angustiosos
|