La casa de Verges de Marta Fontana
Cuando las luces se apagaban, cuando el fulgor de las risas y voces se detenía, el silencio daba la bienvenida a los ecos de la casa y a su propia y enigmática esencia.
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La casa de Verges de Marta Fontana
Cuando las luces se apagaban, cuando el fulgor de las risas y voces se detenía, el silencio daba la bienvenida a los ecos de la casa y a su propia y enigmática esencia.
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La casa de Verges de Marta Fontana
Resuena aún en mi cabeza el alboroto, las carcajadas, ¡Pepe!, las groserías y ocurrencias de unos y otros, a ver quién la soltaba y hacía más gorda, ¡Conchi!, el correteo arriba y abajo, los casetes de Julio Iglesias, los Panchos o Dyango reventando el altavoz del radiocasete, ¡Rosita! En un instante la casa se llenaba de vida.
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La casa de Verges de Marta Fontana
Llevaba algunos días refiriéndose a malas sensaciones, a presencias nocturnas y percepciones incómodas. Oía voces, sonidos de cadenas, y se quejaba de noches mal dormidas. Tenía la certeza de que algo rondaba en su habitación, aunque para el resto de los familiares solo eran los desvaríos de la edad, unos sesenta y ocho.
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La casa de Verges de Marta Fontana
La vida y la muerte pueden no estar tan alejadas como parece, como en un símbolo del infinito en el que se cruzan los caminos, y en la antesala del caos, por alguna razón, cruzaron la puerta juntas hacia este mundo.
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La casa de Verges de Marta Fontana
Cada vez estaba más cerca. Se cubrió la cabeza con la sábana. No quería mirar. Los sonidos de cadenas se acercaban tintineando y, tras ellos, los jadeos agónicos se hacían más evidentes y angustiosos
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La casa de Verges de Marta Fontana
Después de aquello, el miedo se volvió compañero en los trayectos por los pasillos solitarios. Ya nadie quería subir a solas a la tercera planta...
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¿Porque saben que en la Luna se puede extraer helio-3?