Donde fuimos invencibles de María Oruña
Quizás nuestra energía, al morir, no desaparece sin más: tal vez funcione como el destello suave de una antigua luz, que de vez en cuando se deja ver. Acaso, quien sabe, la muerte permite al alma dejar su impronta en alguna parte, al igual que un cuerpo deja una suave ondulación sobre el colchón cuando se levanta y lo abandona. O quizás, sencillamente, es que existen personas tan extraordinarias que solo con pensar en ellas, aunque no estén, nos llevan a casa.
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