Cuando no queden más estrellas que contar de María Martínez
Permanecí inmóvil unos segundos, sintiendo algo nuevo. Algo diferente. Una emoción con la que no estaba familiarizada, que me calentaba por dentro. Un deshielo inesperado. Y lo peor de todo era esa sonrisa estúpida que no se borrana de mi cara. (Pág. 131) |