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Ceremonia secreta de Marco Denevi
la casona hace todo lo posible para pasar inadvertida, como si la avergonzasen su fea facha y su vetustez. No hace falta, nadie se fija en ella. Se la saltean como a un terreno baldío. Si la miran, en seguida la olvidan. Acaso alguna pareja de novios, durante la noche, se acoge a su amparo, pero es para besarse, no para ocuparse de arquitectura. De modo que la casona está allí y es como si no estuviera; está allí por omisión, como si por una fisura entre los dos edificios que la flanquean hubiese salido a la superficie una excrecencia, un escombro de la ciudad colonial, la que ahora yace sepulta bajo los rascacielos y las torres. A la tienda de la derecha y a la tienda de la izquierda les bastaría aproximarse un poco más la una a la otra, y como una tenaza extirparían ese grano.
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