Se prohíbe mantener afectos desmedidos en la puerta de la pensión de Mamen Sánchez
Cecilia iba a escribir llorar en lugar de afligirse, pero pensó que, tal vez, después de algún tiempo más o menos razonable, podría ocurrir que un día se le acabaran las lágrimas, y, sin embargo, la amargura se resistiera a abandonar su casa y se quedara enquistada entre el techo y el suelo, en los quicios de las puertas o en los cercos de las ventanas, viciando el aire, condensándose, como el vapor de agua en las nubes, capaz de seguir fabricando lágrimas de lluvia por años y años.
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