Tea Rooms de Luisa Carnés Caballero
¡Pero al pequeño le parece tan natural que los juguetes sean de quien los puede pagar! Como asimismo juzga lógico que sus manos y las otras manos de la pequeña legión que grita y gesticula en el patio estén siempre amoratadas y agrietadas por el frío. Porque las manos grandes de «los mayores» también son coloradas y defectuosas. Pero sucede que una vez se ve una de pronto ante los ojos unas manos sonrosadas que despiden grato perfume y entonces comienza a vislumbrarse, aunque confusa e indeterminada, la línea divisoria.
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