Té en domingo de Lettice Cooper
Se acercó a la ventana y miró hacia afuera, a la plaza. La vista, que habitualmente tenía el aspecto agradable de una acuarela, en esta tarde de febrero era sólo blanca o grisácea. El cielo estaba gris, las pálidas casas blancas parecían grises; la nieve que había empezado a caer al mediodía ya se había derretido, formando un barro grisáceo en la acera y en la calle, pero el césped de la plaza todavía estaba blanco; los arbustos eran como columnas blancas redondeadas, las ramas soportaban con gracia una capa de nieve endurecida...
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