Anna Karenina de León Tolstoi
En principio, no había nada extraordinario en lo que había dicho, pero para él ¡qué inefable significado, imposible de expresar con palabras, encerraba cada sonido, cada movimiento de sus labios, de sus ojos, de sus manos! Se intuía una súplica de perdón, así como una muestra de confianza, y también una caricia, una caricia tímida y dulce, unida a una esperanza, una promesa y un amor (...)
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