Alguien voló sobre el nido del cuco de Ken Kesey
Cuando llegó al centro de la sala de estar, la chica se detuvo, y entonces advirtió que la rodeaba un círculo de cuarenta hombres vestidos de verde con los ojos desorbitados, el silencio era tan grande que se podian oir el gruñido de las tripas y, a lo largo de la hilera de los Crónicos, se oía el sonido, pop, de los catéteres al desprenderse.
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