El elogio de la sombra de Junichirô Tanizaki
Por eso, cuando en un grupo de occidentales se introduce uno de los nuestros, es como si una mancha de tinta diluida hubiera caído sobre una hoja de papel. No podemos dejar de fijarnos en esa persona, y la sensación no es precisamente agradable. Uno cree poder comprender, entonces, la psicología que, en el pasado, llevó a los blancos a rechazar a las razas de color. Porque a un blanco que fuera especialmente sensible no le pasaría desapercibida la mancha que representa tener personas de color, aunque solo sean una o dos, en una reunión social.
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