El vizconde que me amó de Julia Quinn
Cada día parecía revelar una nueva singularidad de su carácter, algún hábito único y enternecedor que les unía cada vez más. Le gustaba conocer esas extrañas cositas de él, como la manera en que doblaba siempre la almohada antes de ponerse a dormir o el hecho de que detestara la mermelada de naranja y adorara la de limón.
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